Nombre: Blood Sugar Sex Magik
Banda: Red Hot Chilli Peppers
A mi me conmueve cada vez que lo escucho. Ya sea un rato, todo entero, media canción. Me acuerdo estar en la casa de un amigo y ver que el hermano, unos años más grande, lo tenía tirado entre puchos muertos, unos calzones no sé si usados y un posavaso de una cerveza. Blood Sugar Sex Magik. “¿Me lo prestas? Te lo traigo la semana que viene.” Eso fue a mediados del 93. Nunca se lo devolví.
Hay una fecha exacta. El día del lanzamiento.
Anthony Kiedis, John Frusciante,
Me tiré en la alfombra. Era domingo, de mañana. Me lleve el equipo de audio con aquellos inmensos parlantes y puse el CD. One, two, three. Comienza con un ambiente off the record, que se va a repetir un par de veces, se va a sentir esa atmósfera, se siente esa casa. Una a una fueron pasando las canciones. Mientras, me deje llevar por esas negras lenguas entrelazadas, girando la cabeza, leyendo lo que decía de la tapa. Las fotitos en blanco y negro que tenía adentro. Esos tatuajes, un indio, un impactante círculo negro. Olía a espíritu adolescente. Me hice grande. Siento que fue lo primero mío. Con el tiempo me enteré que Gus Van Sant hizo el arte del disco. Con razón.
Son diecisiete canciones. En otra versión son poco más de veinte. Yo tenía la primera. Todas las firmaron los cuatro menos la última, de un tal Robert Johnson, aquel blusero que le vendió el alma al diablo. Algunas son hoy himnos, otras, joyas de la abuela perdidas. Siento que hay un concepto a lo largo y ancho de todo lo que rodea este disco y es quizás por eso su trascendencia. O por lo menos porque a mi me corto transversalmente. Sangre, Azúcar, Sexo, Magia. Todo lo que no se puede, lo innombrable, lo deseado, estaba allí. Los insultos están allí. Las mujeres, las drogas, el Ku Klux Klan, Bob Marley. Me exorcizaron del niño poco a poco. Hasta hoy.
Después me encontré con los videos. Con ellos moviéndose frenéticamente, convulsionando, en dorado, en un desierto, debajo de un puente. O en el DVD Funky Monks. Pero ya era más grande, y la sorpresa, o el entusiasmo fue otro. Vuelvo a aquel cuarto. Viajo. Que disco. Un día, a los pocos meses, ese mismo año, lo lleve a otro cumpleaños. Desapareció. Se ve que quería seguir exorcizando otras almas, otros niños.

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