miércoles, febrero 13, 2013

Duda


Qué pánico suele dar aquello que, contra las apariencias, es un espacio de suma reflexión y libertad. Seguramente esto ocurra porque hay pocos momento más íntimos y desafiantes que el de la duda. Decía Borges: "la duda es uno de los nombres de la inteligencia". Es evidente que la ansiedad, en mayor o menor medida, nos pone contra la pared a la hora de someternos a examen.

El sólo hecho de dudar en la toma de una decisión activa en los seres humanos una serie de mecanismos y emociones básicas intensas: temor, incertidumbre, vulnerabilidad; un safari veloz y salvaje por los laberintos de la memoria.

Cuando no sabemos "cómo", inmediatamente buscamos "qué" nos dice nuestra experiencia. Si el "cuando", el "cómo" y el "qué" nos superan, inevitablemente vendrá el "por qué" (¿Por qué a mí? ¿Por qué me pasa esto?).

Cuando uno no se anima a los desafíos de lo nuevo o sorprendente, es cuando se suele salir en busca del cómo, qué. y la experiencia de los otros.

No es que sea inapropiado consultar al experto (por el contrario), sino que lo poco recomendable es caer bajo la sombra de quien sabemos nos dará la respuesta que estamos buscando o la que nos gustaría escuchar.

¿Cuántas veces se habrán terminado de resolver cuestiones en función de la supuesta capacidad o capricho de los otros? ¿A quién le damos autoridad para ayudarnos a resolver una encrucijada? ¿Cuán dependientes nos hemos convertido de la opinión de los demás?

Si bien dependerá de la complejidad de la duda que se presente a oscuras, el revelado de la foto resultará en función de cuán comprometido se esté con el desafío (o cuán comprometido se quiera estar).

Es habitual que se pierdan grandes oportunidades por quedarse en la supuesta comodidad o seguridad de la "respuesta fácil"; en la negativa a encontrar una solución, o en la imposibilidad de jugarse por lo que se despierte en el proceso.

Es que la rueda de la duda no debería terminar de girar en la decisión, sino en la puesta en acto ("acción") de lo que se haya decidido. Con la posibilidad, en la mayoría de los casos, de reformular eso que en algún momento parecía lo más acertado.

La duda no termina, evoluciona. La duda es pregunta y, tal como lo sugirió el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss: "El hombre sabio no da las respuestas correctas, sino que propone las preguntas adecuadas".

Lo más deseable es que la duda se entienda como pregunta y no como una molestia que se deba resolver para calmar la incertidumbre y pasar a otra cosa.

Texto de Eduardo Chaktoura

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