
Da lo mismo. Sentado mirando por la ventana o parado con lo ojos cerrados en el medio de la calle. La muerte te llega hermano. Te pega, te cachetea y a la mierda. Eso que pensabas que vendría no viene. Eso que soñaste, cagaste. No se va a hacer realidad ni en pedo. Jo-de-te.
Da lo mismo. Si pensás, y repensás que esta mal, que te hace mal, que algo esta mal en este presente, cambialo. Si no, te advierto, un día, vos, el zorrito medio rojizo y medio cagón que corre delante de una manada enardecida de perros con la Muerte como cazador macho alpha, te va a cazar.
Acá no hay justicia. No señor. Y además me pregunto, ¿que carajo es la Justicia? ¿La divina? ¿La creada entre los hombres occidentales? ¿La de un templo budista? No sé. De verdad pregunto.
El más bueno, el padre con tres mellizos hermosos y una jermu de diez. Caga. El más hijo de puta represor, milico violento, choborra, que mandó a morir a tantos, tranquilo en su casa. Whisky en mano sentado mirando por la ventana. Pero. Pero un día.
Y un día te llega. Vas a cruzar pensando en el buen verano que te viene por delante con la piba que te eligió y elegiste vivir hasta viejito, a esa que le dedicaste cartitas, que hiciste sentir bien, a esa que te hace reir con sus bobadas, porque son bobadas que solo vos te reís, y ahí parado con lo ojos cerrados en el medio de la calle te embiste la muerte vestida de Mercedes Benz. Ese autito que maneja el chofer del represor en prisión domiciliaria. Justo ¿no?
Ni capo de tutti capi napolitano, ni longevo físico famoso , ni García Lorca, ni mi viejo, ni yo, ni nadie. Algún día fuiste. Fueron. Fué.
Todo nace y muere. Murió hace poco un pibe cabeza que dijo esto: "Más embarrado, más berreta. Y, también, más auténtico" Es así, posta. Así era su vida, Montevideo y así llega la muerte. Embarrada, berreta, auténtica.
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