El pájaro de
mi sueño se puso en camino, en busca de mi amigo. Del modo más extraño me llegó
su respuesta. Un día, después del recreo, encontré en clase, sobre mi pupitre,
un papel metido en mi libro. Estaba doblado como era costumbre entre nosotros
cuando los compañeros se enviaban recados secretos durante la clase. A mí me
sorprendió que alguien me mandara uno, pues yo no mantenía esta clase de
comunicación con ningún compañero. Pensé que sería una invitación a participar
en alguna broma escolar en la que yo no tomaría parte, y dejé el papel -sin
haberlo leído- en el libro. Durante la clase, por casualidad, volvió a caer en
mis manos. Jugué un rato con él, lo desdoblé distraídamente y encontré unas
pocas palabras escritas. Eché un vistazo y tropecé con una de ellas; me asusté
y seguí leyendo, mientras mi corazón se contraía ante el destino como invadido
por un repentino frío.
El pájaro rompe el cascarón. El cascarón
es el mundo. Quien quiera nacer, tiene que destruir un mundo.
El pájaro vuela...
El pájaro vuela...
Las cosas que vemos son las mismas cosas que llevamos en nosotros. No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos vive tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, desde luego. Pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría. El camino de la mayoría es fácil, el nuestro difícil. Caminemos.
Extractos de "Demian" de Hermann Hesse.
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